ORACIÓN DEL HIPPIE
No quiero orar Señor...
Quiero algo distinto:
decir porqué no lloro,
decir porqué río tanto
decir porqué no imploro
decir porqué grito y porqué canto...
Señor, siento acá muy adentro:
La zozobra del temor,
temo porque se mata
porque no se ama;
porque no se ama;
temo por los que no comen,
por los que mueren de hambre,
por los que mueren de hambre,
temo por mí casa,
temo por los que no duermen,
temo por mí mismo,
temo por los que no temen...
Siento un inmenso vacío mundial:
Vacío de comprensión,
vacío de sinceridad,
vacío de cariño y de felicidad...
Siento el inmenso hastío
de seguir viviendo la hipocresía del mundo,
y la angustia del terror...
No me basta el amor de mi madre
me ama como aman todas ellas...
No hallo sinceridad en los seres
ni encuentro el ser comprendido
Algo falta, Señor...
Esto es terrible
¡Oh Dios!
Quiero que se comprendan,
quiero que todos adviertan
que el mundo en que vivimos,
es un mundo de cansancio
es un mundo veloz, fugaz y fatuo,
lleno de angustias.
Hay odios,
hay envidias,
hay desprecios
y hay dolor,
hay miseria e indigencia.
¿Más...dónde...está el amor?
Ese amor que tú predicas,
ese amor tan humano y divino
¿a dónde se ha ido ese amor?
Diles, Señor, a los hombres
Diles, Señor, a los hombres
que no me desprecien,
a tus seguidores, que no me persigan,
diles, Señor, que soy como todos
hija de un mismo padre
Diles a los sacerdotes... y a los políticos...
que tal vez más que los demás...
Un fuego interior me devora,quema y enfurece...
Es el fuego del rebelde,
del inconforme y desairado,
es el anhelo de ser plena para censurar a los vanos,
con su orgullo y su soberbia,
es el afán de lo exótico
que al adolescente y al niño aún enloquecen...
Soy así como me ven:
Expresión de una angustia,
en más de mil sonrisas de colores
de una carrera sin fín...
De un erial sin dimensiones,
de un desierto sin palmeras,
de un desierto sin palmeras,
sin brújula, ni oasis...
soy una cosa rara y extraña
como lo es el mundo,
que se agita y convulsiona,
que se agrieta y se revuelve,
que es incierto, estéril y sin gracia.
Señor, a pesar de todo,
una voz inmensa y poderosa
siento dentro de mí misma
que censura mis gritos,mis aullidos y desmanes;
que me dice bruscamente:“oye hippie, ¿Porqué te sulfuraste intoxicas y retuerces?
Eleva tu oración de incomprendida"...
Y al instante, Señor, nace en mi pecho
la plegaria...
la que tú me enseñaste:
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS...
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