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 MANDALA

Iniciamos hace milenios un viaje cuyo final desconocemos. En ese recorrido delineamos la infinita curvatura sin fin de la forma del mandala. Nos paseamos alrededor de su centro a través del tiempo y del espacio, y aunque esta confluencia se torna invisible, la constante universal del movimiento nos la revela intuible. Esta fuerza metafórica seguirá guiando el camino hacia el horizonte del entendimiento en la interminable búsqueda del conocimiento a las respuestas más profundas. Este decurso de construcción y elaboración ha llevado al descubrimiento de simbolismos cuya expresión se deriva de fundamentos y constantes de orden matemático. El descubrimiento de los sólidos perfectos cubo, el tetraedro, el octaedro, el icosaedro y el dodecaedro, fueron un desfogue racional en el lento peregrinar del conocimiento, nutrido del caos que ha promediado en las sociedades de las distintas épocas. Las formas y las simbologías se han reelaborado con el paso de los tiempos y ellas mismas han servido de base a la aproximación sobre la interpretación del universo. Los cinco sólidos perfectos de Pitágoras sirvieron de base inicial para dar forma al mundo conocido. En la dimensión de la simbología adquirió forma tambien la base de las formas abstractas de los números. Ellos, a la vez, sirvieron de base igualmente para complementar otros fundamentos de la física.En el siglo XIX hubo un acontecimiento que sentó un hito en la historia del desarrollo de las matemáticas. Un discípulo del matemático alemán Carl F. Gauss, Bernhard Riemann, elaboró un sistema de geometría que contribuyó al desarrollo de la física teórica moderna. Este trabajo estableció el fundamento matemático de las geometrías en un espacio multidimensionalEn principio, los científicos abordaron el concepto de las dimensiones superiores sólo para descartarlo por inverificable. De aquí surgió uno de los conceptos más revolucionarios sobre el espacio tiempo de los tiempos modernos: la teoría de la relatividad el principio físico de que el hiperespacio, “puede simplificar las leyes de la naturaleza, proporcionando la posibilidad de unificar todas las fuerzas de la naturaleza mediante argumentos puramente geométricos.” La dimensión aprehensiva del ser humano siempre ha estado imposibilitada para comprender. En este modelado de constantes físicas surgen patrones virtuales subyacentes, que constituyen el punto inicial a partir del cual se despliegan hologramas simbólicos de contenidos reales más complejos Cuando se mira hacia lo alto, ya sea de día o de noche, se vuelve a topar con estas formas que nos rodean por doquier: los mandalas. Mandala es una palabra de origen sánscrito, el idioma clásico de la India, que literalmente significa “círculo”. Su significado remite a la forma que define con mayor fuerza la noción integradora de la naturaleza. A partir de su presencia se edifica toda una gama de metasignificados subyacentes al orden físico del universo. Las representaciones de los mandalas son una constante a nuestro alrededor. La vida se mantiene en contacto permanente con ellos en infinidad de objetos que se entrecruzan a diario. En formas que resultan familiares; en representaciones y proyecciones de la mente que en su contenido encierran la forma esencial de los mandalas. Los mandalas tienen un largo camino que se pierde en el abismo del tiempo por que no existe y en las más apartadas culturas. Estos símbolos han irrumpido con fuerza en el occidente moderno gracias a la atribución de propiedades centradoras, sanadoras y equilibrantes. El intelecto tiende a calificar, y no casualmente, como «esferas» todos los ámbitos, campos de pensamiento y acción: se habla de la esfera social, personal, profesional o de cualquier otra índole. El mandala ha sido símbolo de perfección. La fuerza expresiva contenida en el símbolo mandálico permite establecer puentes de significados entre esferas y categorías complejas dadas sus definiciones transdimensionales. El mandala trasciende el espacio físico para transmitir un mensaje a través del tiempo. Su simbología es inmortal, por lo que su mensaje también se torna imperecedero. Trasciende las épocas conservando de ellas las aspiraciones de un conglomerado en forma de mensaje. Por eso el mandala se convierte en un punto de anclaje simbólico de la historia. Su fuerza descriptiva congela un momento del presente y lo transmite hacia el futuro. En el transcurso del espaciotiempo se vuelve inmutable. Por ello se experimentan como dotadas de resonancia, complejidad y profundidad. Las ondas sonoras producidas por un disco de acero en vibración y hechas visibles en una fotografía, forman un dibujo que tienen un asombroso aspecto de mandala. Las vibraciones energéticas con las que coexiste la vida.De éstas formas básicas sustentadas en concepciones de orden matemático la simbología ha desencadenado estructuras de mayor contenido y complejidad como las que hoy intentan unir en la geometría decadimensional las leyes físicas de todo el universo. Sobre el verdadero sentido de la existencia.

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